Amé y no me amaron y finalmente dio igual.
Siempre da igual, eso me está matando, que dé igual.

Amor, Manuel Vilas
Yo no tenía demasiadas ganas de beber. Era feliz drogándome y ahora no lo hacía. Me drogaba como quien escribe un diario, por autoconomiento. Y ahora echaba de menos las grandes soledades de después de la droga.

Vida de Pablo, Carlos Pardo
Me parece que desarrollar un orgullo nacional exagerado es siempre un signo de que no tienes mucho de que enorgullecerte.

Enemigos públicos, Michel Houellebecq y Bernard-Henri Lévy

-¿Lo echa de menos? -preguntó Omar.
-¡Qué cruel es usted! Después de todo, usted es un biógrafo y formula preguntas crueles.
-Lo siento -dijo Omar.
-Pues claro que le echo de menos -dijo Adam-, pero es mejor así. Eso es lo que dice la gente, «Es mejor así», queriendo decir que no puedo soportarlo, pero que lo superaré. Cerraré los ojos y avanzaré torpemente por la oscuridad.

Aquella tarde dorada, Peter Cameron
Lamento llegar, a mi edad, a esta conclusión tristemente banal: hay gente con la que vale la pena hablar; con otra, no.

Enemigos públicos, Michel Houellebecq y Bernard-Henri Lévy
Contemplo yo a mi vez la diferencia
entre el hombre y su sueño de más vida,
la solidez gremial de la injusticia,
la candidez azul de las palabras.

No hemos llegado lejos, pues con razón me dices
que no son suficientes las palabras
para hacernos más libres.

Te respondo
que todavía no sabemos
hasta cuándo o hasta dónde
puede llegar una palabra,
quién la recogerá ni de qué boca
con suficiente fe
para darle su forma verdadera.

Haber llevado el fuego un solo instante
razón nos da de la esperanza.

Pues más allá de nuestro sueño
las palabras, que no nos pertenecen,
se asocian como nubes
que un día el viento precipita
sobre la tierra
para cambiar, no inútilmente, el mundo.

Entrada en materia, José Ángel Valente

-Quizá no sea usted un amor -dijo Adam.
-¿Y usted? -preguntó Deirdre.
-Sí, fui un amor, en mi juventud. Y fui joven mucho tiempo. Quizá precisamente por el efecto de ser un amor. Retarda el proceso de envejecimiento, pero desgraciadamente, no lo detiene y, un día, me levanté una mañana y vi que ya era viejo. Usted está envejeciendo de manera más gradual y eso es, en mi opinión, una bendición: no hay nada peor que despertar una mañana y descubrir que estás decrépito.
-¿Es mejor envejecer de manera gradual?
-Sí -dijo Adam-. Así no te das cuenta. A no ser que seas lo suficientemente estúpido como para mirar una vieja fotografía. Por esa razón destruí todas las viejas fotografías de mí mismo.
-Yo creo que algunas personas quieren recordar su belleza de antaño -dijo Deirdre.
-Mejor recordarla con el ojo de la mente -dijo Adam-. La belleza recordada es más intensa que la belleza registrada.

Aquella tarde dorada, Peter Cameron

-¿Sabes lo que te digo?
-¿Qué?
-Que no me importa seguir siendo un secreto.
-No eres un secreto... Ya no te puedes quejar.
-Que no me importa seguir siendo una latencia, que sigamos así, que lo nuestro no tenga nombre. Todo lo que tiene nombre está muerto.
-Qué bonito.
-Es que follar me pone poeta.

Vida de Pablo, Carlos Pardo
Debiéramos tal vez
reescribir despacio nuestras vidas,
hacer en ellas cambios de latitud y fechas,
borrar de nuestros rostros en el álbum materno
toda noticia de nosotros mismos.

Debiéramos dejar falsos testigos,
perfiles maquillados,
huellas rotas,
irredentas partidas bautismales.

O por toda memoria,
una ventana abierta,
un bastidor vacío, un fondo
irremediablemente blanco para el juego infinito
del proyector de sombras.
Nada.

De ser posible, nada.

Entrada en materia, José Ángel Valente
Sé que llegará el día en que ya nunca 
volveré a contemplar 
tu mirada curiosa y asombrada. 
Tan sólo en tus pupilas 
compruebo todavía, 
sorprendido, 
la belleza del mundo 
-y allí, en su centro, tú 
iluminándolo.

Por eso, ahora, 
mientras aún es posible, 
mírame mirarte; 
mete todo tu asombro 
en mi mirada, 
déjame verte cuando tú me miras 
también a mí, 
asombrado 
de ver por ti y a ti, asombrosa.

Otoños y otras luces, Ángel González
La mayoría de las relaciones están hechas de personas abandonadas que se encuentran y juntas engañan sus pesares.

Vida de Pablo, Carlos Pardo
Aquí herido de muerte
estoy. Aquí goteo
espesor animal y mudo llanto.
Aquí compruebo
la resistencia ciega de un latido
a la fría posibilidad del puñal.
Aquí pronuncio
la palabra que nunca
moverá una montaña.
Aquí levanto
inútiles barreras
que derriba la muerte.
Aquí libro batallas
contra el viento, incluso
contra un ángel (aún cojeo
hacia el lado de Dios).
Aquí y cada día
y cada hora y
cada segundo me he negado a morir.

Aquí odio la vida, sin embargo.
Odio cuanto levanta al aire
una frente o un pétalo.
Cuanto he besado, cuanto
he querido besar y ha sido
materia o voz de mi deseo. Odio
y amo (Amo
con demasiado amor.)

Entrada en materia, José Ángel Valente
No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con novios intratables, con padres en coma, con hijos suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón, enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen cremas, son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillaje y zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo. Esperan a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios de luces. Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena. En muchos países las lapidan. En otros las violan. En el nuestro las maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa, y trabajan en casa, y trabajan en las pescaderías o en las fábricas o en las panaderías o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué piensan cuando mueren a manos de los hombres.

Amor, Manuel Vilas
Pero seamos, al fin,
intrascendentes,
sin nudos y metáforas
seamos.

Sencillamente así,
igual que somos,
según la piel y el ritmo
del corazón seamos.

Para morir,
para vivir,
para morir de cara.

Para morir,
para vivir.

Para morir
de haber vivido.
Y basta.

Entrada en materia, José Ángel Valente
Quién es el que está aquí, y dónde:
¿dentro o fuera?

¿Soy yo el que siente y el que da sentido
al mundo?
¿O es el secreto corazón del mundo
-remoto, inaccesible-
el que me da sentido a mí?

Qué lejos siempre entonces ya de todo,
incluso de mí mismo;
qué solo y qué perdido yo,
aquí o allí.

Otoño y otras luces, Ángel González
No quiero seguir siendo quien no soy.
No quiero recordar lo mismo que tú olvidas.
Prefiero que no estés a que te hayas marchado.
No quiero que me expliques qué has querido decir.

Me conformo con más de lo que me merezco.
No quiero que la muerte me sorprenda esperándola.
No quiero regresar al sitio del que he huído
a buscar las razones por las que me marché.

No te quiero decir lo que quieres que oigamos.
No quiero ser tu bala en la recámara.
No quiero días largos que lleguen muy lejos
ni que donde esté solo, haya siempre alguien más.

Quiero salir de casa sin infundir sospechas.
No quiero preguntarme lo que pudo haber sido.
No quiero descubrir que hace ya muchos años
que no hago nada por primera vez.

No quiero que las cosas se queden como estaban.
No quiero que me guardes el secreto.
Quiero que al despertar recuerdes qué he soñado.
No quiero que no haya más tiempo que perder.

No quiero que me expliques de qué va todo esto.
No quiero que tengamos que hacernos a la idea.
No quiero que se cumplan los pronósticos,
que pase lo que tenga que pasar.

No quiero que nos sobren las palabras
y lo que calle busque a otro que lo diga.
No quiero ver el vaso medio lleno.
No quiero que pudiese haber sido peor.

Sólo quiero
saber que cambiarías a cualquiera por mí.

Ya no es tarde, Benjamín Prado

Qué enamorado estuve de ti y cómo lo estuviste tú también,
y qué mal hicimos en no habernos revolcado mil veces
por mil camas, o qué bien hicimos, porque, conociéndome,
igual te hubiera pedido en matrimonio y tú hubieras aceptado,
y borracho como estoy todo el día, cuando me hubiera cansado
de joder todas las noches, a lo mejor me daba por darte un puñetazo
o tirarte a un río, o a ti por pegarme un tiro,
o envenenarme o pegármela con otro.
Cómo puedo decir todo esto de ti, que eras un ángel
y lo sigues siendo, y de mí, que te quise con inocencia.
Será mejor que siga bebiendo hasta que te borres de mi memoria,
y esto sí que me hace llorar, y soy un tipo que está llorando
a las diez y media de la mañana, sentado en la terraza de una habitación
para turistas, con una ginebra caliente en la mano -son los restos
de la noche-, llorando porque si te echo de mi memoria,
verdaderamente entonces sí que ya no me quedará nada.

Amor, Manuel Vilas

-Siempre quise ser otra persona. Pero ahora que todo acaba quiero ser yo.
-Nadie sabe quién es usted, señor Barbosa -dice Lao-. Imagino que debió empezar siendo alguien, como todo el mundo, pero en algún momento dejó de serlo. Es el problema de pasarte la vida con la máscara puesta: que luego te la quitas y ya no hay nada debajo.

El jardín colgante, Javier Calvo

Nada hay en el mundo que importe mucho.
Y si lo hubiera, qué pronto se apartó de mí.
Toda la noche del lento verano así la pasa.
El lento verano que le lleva al lento morir.

Amor, Manuel Vilas
Tenía que decírtelo: era todo mentira.
No es verdad que el tiempo que se va no regrese;
ni que uno sólo pueda ser joven una vez;
que mi destino fuera perseguir lo que escapa
y que tú no existías.

Todo fue un simple engaño.
No es cierto que se pueda ser feliz junto a alguien
que lo conoce todo de ti menos quién eres,
ni al lado del que jura que la suerte está echada
y tú número existe nada más que en sus dados.

Tenía que decírtelo.
Es falso que el amor sea un tren que se marcha.
Es falso que el pasado nos deje siempre atrás.
Las cuerdas que nos atan se sueltan si transformas
la mano que acaricia en la que dice adiós.

Tenías que saberlo.
No podía esperar
a escribir un poema en que te diese
las gracias 
por salvarme 
de mi vida.

Ya no es tarde, Benjamín Prado
Tal vez la autosuperación no sea la respuesta.
Tal vez la autodestrucción sea la respuesta.

El club de la lucha, Chuck Palahniuk