Retrovisión: cómo nos gustaría tenerla, ¿eh? Pero vivimos nuestra vida sin esos espejitos tan útiles que agrandan el camino recién recorrido. Vamos disparados por la A61 hacia Toulouse, mirando hacia adelante, siempre hacia adelante. Quienes olvidan su historia están condenados a repetirla. El rétroviseur: esencial no sólo para la seguridad viaria sino para la supervivencia de la especie.

Amor, etcétera, Julian Barnes
Tendríamos que ser como los animales y todo sería muchísimo más simple. Los perros se huelen el culo y ya está. Y si se gustan, follan, y si no, pues no, pero no se complican la vida.

Historias del Kronen, José Ángel Mañas
Cuando el viaje acabe, claro que moriremos los dos, cada uno en su día y en su hora, pero tú te irás sin vivir y yo después de haber vivido lo mío: eso es lo que nos diferencia; polvo seremos, pero yo seré polvo -como el del poeta- enamorado: polvo comido, bebido y bien follado, un polvo rico en nutrientes, opulenta concentración de restos de lo mejor que el ser humano ha producido; y quién nos dice que el polvo no tenga memoria, una memoria tozuda que flote encima del tiempo, eterna, y nos proporcione el consuelo de saber que a la vida la exprimimos hasta sacarle todo el zumo que contenía o fuimos tan desgraciados y siga doliéndonos durante toda la eternidad la constatación de que se nos escapó sin darnos ni una oportunidad para gozarla.

En la orilla, Rafael Chirbes

El peligro nos atrae porque nos hace sentirnos vivos. La tristeza, por otra parte, nos hace sentir con más intensidad. Cuando somos felices no sentimos, vivimos. Vivimos sin darnos cuenta. Que es de lo que debería tratarse. Pero eso no nos basta. Somos como yonquis de nuestra propia pena. Y, al final, a todos nos gustan las películas tristes. Si no jodemos nuestra vida no estamos contentos. De eso, en literatura, se podría hablar mucho. La vieja herencia romántica. Ese maldito yo, que decía Cioran (no sé si dándole en ese caso concreto el mismo significado, pero da igual; se lo doy ahora yo). Nos gusta sufrir, y nos gusta que nuestros héroes sufran. Rimbaud agonizando con una pierna amputada en una cama de hospital. Gérard de Nerval colgando de una verja en un apestoso callejón de París, con la chistera puesta y el cuervo que él mismo había amaestrado revoloteando a su alrededor. Edgar Allan Poe echando los hígados en una calle de Baltimore. Baudelaire, afásico y loco.
Sí, nos gusta sufrir. Finalmente, con la vida ocurre algo parecido a lo que según dijo Churchill ocurre con los gobernantes: acabamos teniendo lo que nos merecemos. Y cuando se nos acaba lo que tenemos, volvemos corriendo a por más.

¡Que te follen, Nostradamus!, Roger Wolfe
Nunca he creído realmente que envejeceré al lado de la mujer con la que estoy, que ella me cerrará los ojos o que yo cerraré los suyos. Me digo que la próxima mujer será por fin la buena, y al mismo tiempo no dudo de que, siendo como soy, la próxima no resolverá el problema, que no habrá ninguna y que acabaré solo.

De vidas ajenas, Emmanuel Carrère
¿Para qué empeñarse en romperse los cuernos luchando con basura contemporánea, cuando tiene uno todavía tantos tesoros que explorar? No es que entre los supuestos clásicos no haya también basura. De hecho, buena parte de ellos son ilegibles. Pero quizá sea ésta una manera de recuperar un poco el interés por la lectura, y hasta las ganas de vivir: volver a ciertos autores clave que uno sabe que difícilmente le van a dar gato por liebre.

¡Que te follen, Nostradamus!, Roger Wolfe
La vida no para de cambiar, es puro cambio. No tiene otro sino, cambiar y cambiar, lo sabían los griegos e imagino que incluso sus abuelos lo sabían, no te bañas nunca en el mismo río, ni siquiera te bañas con el mismo cuerpo, hoy bañas ese grano que ayer no existía, esa variz que se ha abierto paso durante largas horas, esa llaga en la ingle o en la planta del pie que la hiperglucemia impide que cicatrice, y es mentira aquello que decían los utopistas de que a esta agitación de avaricia y lujuria sucedería un mundo en paz en el que todos seríamos hermanos y, como en la edad dorada del Quijote, nos repartiríamos fraternalmente las bellotas que hubiera. Bajo la capa del cielo, no hay paz de Dios posible, sino guerra de todos contra todos y de todo contra todo. Lo malo es que tanto y tanto cambio es para que al final todo sea más o menos lo mismo.

En la orilla, Rafael Chirbes
No se trata de que sea necesario conseguir algo, sino de que es necesario salirse de donde se está.

El amante, Marguerite Duras
Mal que pese a muchos, el espectáculo se acaba; las luces se apagan, las tramoyas quedan abandonadas, el graderío vacío, la carpa silenciosa. Y sólo quedan hombres y mujeres marcados por el espectáculo, aplastados por la burocracia en la pista central. Felices en su desgracia. El secreto es aceptar lo absurdo de la existencia.

Challenger, Guillem López
La vida humana es el mayor derroche económico de la naturaleza: cuando parece que podrías empezar a sacarle provecho a lo que sabes, te mueres, y los que vienen detrás vuelven a empezar de cero.

En la orilla, Rafael Chirbes
No vivimos en un mundo perfecto y, ahora que me he parado a contemplarlo con un poco más de calma, he llegado a la conclusión de que no se trata de que no sea perfecto, sino de que es completamente repugnante.

Black, black, black, Marta Sanz
Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado, creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada.

El amante, Marguerite Duras

¿Se pueden calcular las variables de la vida? ¿Se puede mantener el control, tener el mando? Tal vez sea esta una pregunta trampa. En parte porque nadie en su sano juicio respondería que sí. La conquista de la perspectiva sobre la vida es una entelequia, como la espuma de la cerveza. Observar cambia lo observado y al observador. Es la eterna corriente que escapa entre los dedos. No se puede mantener el control, tener el mando, controlar el cotarro. Por eso, atrapados en el tiempo, las causas y consecuencias van viniendo -en tromba o en cuentagotas-, algunas veces de frente, otras a traición. Sí, una pregunta trampa. Vivir es mantener el equilibrio y tratar de caer lo más tarde posible, porque al final todos caen, todos. Por eso es imposible gobernar la existencia. Los asteroides viajan sin rumbo, empujados y atraídos por la gravedad de otros cuerpos celestes. A veces se desintegran los unos contra los otros. Nacer es lanzarse con la inercia de lo heredado, con la moral y las costumbres, a ese caótico baile de fuerzas invisibles, del colegio a la jubilación, de parte a parte de la galaxia.
Para qué negarlo. Nadie controla nada.

Challenger, Guillem López
Paula cree que para mí es molesto perder el tiempo. Ella ignora que trato de aprender a perderlo placenteramente casi todas las mañanas cuando me levanto. Que una de mis metas en la vida es aprender a perder el tiempo sin culpabilidad. Y que ese aprendizaje es muy difícil.

Black, black, black, Marta Sanz
Al esfumarme en el interior de los libros me sentía sostenido. En la escuela o recorriendo una calle el mundo no parecía tener fin, mientras que cuando leía un libro o veía Vacaciones en el mar el mundo parecía sencillo y comprensible.

Vida de familia, Akhil Sharma
Incluso a la luz del día, existen rincones oscuros, húmedos y pestilentes que no deben ser visitados por el hombre. No todos los lóbregos corredores de lo oculto se encuentran en este mundo, muchos existen en pozos sin fondo, en lo profundo de lo desconocido, en los agujeros devorados por las larvas del subconsciente. Son las galerías tras la máscara que visten personas con nombre y trabajo y préstamos y utilitario; todos tienen recovecos en los que ocultar lo vergonzoso de ser humano. Esa es la verdad. Cada uno oculta su propia monstruosidad como puede, las deformidades del alma, la minusvalía ética que se contagia al poco de nacer.

Challenger, Guillem López
Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, y no importa qué amor, nos pone al desnudo en nuestra miseria, en nuestro estado inerme, en nuestra nada.

El oficio de vivir, Cesare Pavese
La vida, para la gran mayoría del mundo occidental, son los restos de un naufragio que danzan al son de la marea. En ocasiones se puede llegar a intuir los vaivenes de la memoria, aunque pronto todo se vuelve espuma blanca, efervescente, y se disuelve en la oscura noche de la existencia.

Challenger, Guillem López