Los dos jóvenes se miraron a los ojos, aislados de cuanto les rodeaba. Él la observó con extrañeza y ella le devolvió una mirada ardiente. Pablo supo entonces que la vida es una tormenta gobernada por el azar, una tormenta en la que todos terminan por ahogarse, incluso los más astutos, aunque consigan mantenerse a flote durante más tiempo.

El anarquista que se llamaba como yo, Pablo Martín

El doctor Armorson le cosió los cortes de las muñecas y a los cinco minutos de la transfusión la declaró fuera de peligro. Tras acariciarle la barbilla, le dijo:
-¿Qué haces aquí, guapa? Si todavía no tienes edad para saber lo mala que es la vida...
Fue entonces cuando Cecilia dijo en voz alta lo que habría podido considerarse su nota póstuma, aunque en este caso totalmente inútil puesto que seguía con vida.
-Está muy claro, doctor, que usted nunca ha sido una niña de trece años -dijo.

Las vírgenes suicidas, Jeffrey Eugenides
Cuando el doctor Cardoso salió por la puerta y desapareció en la calle se sintió solo, verdaderamente solo, y pensó que cuando se está verdaderamente solo es el momento de medirse con el yo hegemónico que quiere imponerse en la cohorte de las almas. Y aunque pensó en todo ello no se sintió tranquilo, sintió en cambio una gran nostalgia, no sabría decir de qué, pero era una gran nostalgia de una vida pasada y de una vida futura, sostiene Pereira.

Sostiene Pereira, Antonio Tabucchi

La vida en sí misma es un proceso absurdo. Por eso siempre he buscado una ocupación elevada en la vida. Quería amar con abnegación, siempre me he aburrido solo. He amado, visto desde ahora, de una forma extraordinaria, fuerte y horrible, pero resulta que quería amor por respuesta. Eso ya no está bien, eso de querer algo a cambio.
Yo, que lo he perdido todo pero no me he rendido nunca.

Soy Yo, Édichka, Eduard Limónov

Hubo apasionados abrazos y lágrimas al despedirnos. Prometimos mantenernos en contacto, aunque, naturalmente, no lo hicimos, y ésa fue la última vez que la vi.
-Es usted un joven caballero -me dijo en la puerta-, y nunca olvidaré lo bueno que ha sido con el señor Thomas. La mitad de las veces, él no se merecía tanta bondad.
-Todo el mundo merece la bondad -dije-. Sea quien sea.

El Palacio de la Luna, Paul Auster

-No sé quién me explota más, la verdad, si el patrón o el proletariado -ironiza Pablo al poner en marcha otra vez las máquinas.

-Seguramente igual -se ríe Robinsón-. Pero uno lo hace para sacar lo peor de ti y el otro lo mejor.
-Ya, pero uno me da de comer y el otro me quita el sueño.
-Bueno, en eso tienes razón -acepta Robinsón-. Aunque también lo puedes ver de otra forma: uno compra tu alma y el otro te regala su amistad.

El anarquista que se llamaba como yo, Pablo Martín
A Pereira le vino a la cabeza una frase que le decía siempre su tío, que era un escritor fracasado, y la repitió. Dijo: La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parecer ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad.

Sostiene Pereira, Antonio Tabucchi
En este momento, caballeros, sólo me apetece recibir un balazo en la frente, porque para ser sinceros estoy cansado de aguantar y me da miedo no tener una muerte heroica.

Soy Yo, Édichka, Eduard Limónov
Tenía que pensar con claridad, tomar las decisiones adecuadas, hacer planes, pero no podía. No estaba en situación de comprender las cosas: o me eran demasiado próximas o demasiado lejanas. Pensaba que determinada decisión era la correcta, e inmediatamente me preguntaba si al cabo de un rato no pensaría lo contrario. A veces sabía lo que debía hacer, pero me faltaba voluntad para pasar a la acción; y otras veces me sobraba voluntad, pero no movía un dedo. Y así, a fuerza de chocar conmigo misma, llegué a preguntarme cómo cambiar para no ser esa persona con la que tenía que pelearme sin fin y que me vencía siempre.

El final de la historia, Lydia Davis
Cada cual, movido por una dolorosa nostalgia, continúa pidiéndole al otro lo que él ya no puede ser; cada cual sigue buscando, como un fantasma ciego, ese peso del ser que ya no encuentra en sí mismo. Esa resistencia, esa permanencia; esa profundidad. Todo el mundo fracasa, por supuesto, y la soledad es espantosa.

El mundo como supermercado, Michel Houellebecq
Las leyes las inventaron los ricos. Pero como dice uno de los lemas más orgullosos de nuestra fallida revolución rusa: «¡El derecho a la vida es superior al derecho a la propiedad privada!»

Soy Yo, Édichka, Eduard Limónov
Estaba desesperado, y, frente a tanto cataclismo, me parecía necesaria algún tipo de acción drástica. Deseaba escupirle al mundo, hacer algo lo más extravagante posible. Con todo el fervor y el idealismo de un joven que ha pensado demasiado y ha leído demasiados libros, decidí que lo mejor era no hacer nada: mi acción consistiría en una negativa militante a realizar ninguna acción. Esto era nihilismo elevado al nivel de una proposición estética. Convertiría mi vida en una obra de arte, sacrificándome en aras de tan exquisitas paradojas que cada respiración me enseñaría a saborear mi propia condena. Las señales apuntaban a un eclipse total, y aunque buscaba a tientas otra lectura, la imagen de esa oscuridad me iba atrayendo gradualmente, me seducía por la simplicidad de su diseño. No haría nada por impedir que ocurriera lo inevitable, pero tampoco correría a su encuentro. Si por ahora la vida podía continuar como siempre había sido, tanto mejor. Tendría paciencia, aguantaría firme. Simplemente, sabía lo que me esperaba, y tanto daba que sucediera hoy o mañana, porque sucedería de todas formas. Eclipse total. El animal había sido sacrificado; sus entrañas, descifradas. La luna ocultaría el sol y, en ese momento, yo me desvanecería.

El Palacio de la Luna, Paul Auster

Ella temblaba frente a mí, y yo tenía la impresión de que el mundo entero temblaba.
(Ficción emocional, una vez más.)

Poesía, Michel Houellebecq
El día que me vaya no se lo diré a nadie.
Que pasen los días sin saber adónde voy, y sin saber su opinión sobre mi viaje. Que me miren en el tren y no sepan quién soy. Que no tenga que sonreír si no quiero. Hablar si no quiero. Comer sin hambre. Reír sin ganas.

El día que me vaya no se lo diré a nadie, Kiko Amat
Yo había saltado desde el borde del acantilado y justo cuando estaba a punto de dar contra el fondo, ocurrió un hecho extraordinario: me enteré de que había gente que me quería. Que le quieran a uno de ese modo lo cambia todo. No disminuye el terror de la caída, pero te da una nueva perspectiva de lo que significa ese terror. Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me cogió. Ese algo es lo que defino como amor. Es la única cosa que puede detener la caída de un hombre, la única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad.

El Palacio de la Luna, Paul Auster
A lo largo de mi vida, ha habido más gente que ha visto mi porra del amor que mi biblioteca; así mis libros, incluso más que mi sable, operan de sistema como memoria oculta.

Memphis Underground, Stewart Home
No es eso. Yo intento conservar mi cuerpo en buen estado. Quizá estoy muerto, no sé. Hay alguna cosa que debería hacer, que no hago. No me han enseñado. Este año, he envejecido mucho. Me he fumado ocho mil cigarrillos. A menudo, me he mareado. Sin embargo, debe haber algún modo de vivir; algo que no encuentro en los libros. Hay seres humanos, hay personajes; pero de un año para otro apenas si reconozco sus caras.
No respeto al hombre; no obstante, lo envidio.
Poesía, Michel Houellebecq