Él sabe que ella siempre estará allí. Ella siempre será algo a que aspirar, algo bueno y limpio. Siempre allí. Y, aunque nunca tocó sus pechos, aunque nunca acarició sus muñecas, su imagen es tan real, tan fuerte. Sus ojos curvados.
Pocas cosas en el mundo son tan duraderas como esa imagen. 
Siempre limpia. Siempre inmaculada. Sin defectos ni imperfecciones.
No puedes asegurar nada, pero si posees algo así, algo poderoso, algo alto y eterno a que aspirar, lo tienes todo. Eso no va a corromperse. Eso no va a desaparecer. No va a cambiar. No va a empeorar.
Cuando atrapas un pensamiento y sabes que es para siempre. Esa seguridad.
Algo tan puro.
La placidez de las cosas que pudieron haber pasado.
La pureza de lo perenne.
Vale más.
Vale más que el perder, que el separar, que el futuro incierto.
A lo mejor es verdad que puedes esconder tu amor para siempre.

El día que me vaya no se lo diré a nadie, Kiko Amat
La vida es una serie de test de destrucción. Hay que pasar los primeros test, atascarse en los últimos. Fallar en la vida, pero fallar por poco. Y sufrir, sufrir siempre. Debéis aprender a sentir el dolor por todos vuestros poros. Cada fragmento del universo debe ser para vosotros una lesión personal. Sin embargo, debéis sobrevivir, al menos durante algún tiempo.

Poesía, Michel Houellebecq

Vivimos a ras de suelo, en lo llano, y sin embargo aspiramos a elevarnos. Terrestres, a veces ascendemos tan alto como los dioses. Algunos se elevan por medio del arte, otros con la religión; la mayoría, con el amor. Pero al elevarnos también podemos caer en picado. Hay pocos aterrizajes suaves. Podemos rebotar en el suelo con tal fuerza que se nos fractura una pierna y somos arrastrados hacía una vía férrea extranjera. Cada historia de amor es en potencia una historia de aflicción. Si no al principio, más tarde. Si no para uno, para el otro. A veces para ambos.
Entonces, ¿por qué aspiramos continuamente al amor? Porque el amor es el punto de encuentro entre la verdad y la magia. La verdad, como en la fotografía; la magia, como en los globos aerostáticos.

Niveles de vida, Julian Barnes
Todo cuanto tenemos ante los ojos ha periclitado. No estoy triste. Las cosas están llamadas a desaparecer. Mi iré sin dejar rastro. No encontrarán ataúd, ni huesos. Todo seguirá como siempre. Todo partirá alegremente en el agua.

Felices los felices, Yasmina Reza
Si un artista no comprende a tiempo que debe consagrarse a algo más elevado que él, como un partido o una religión, lo que le espera es un destino lastimoso compuesto de borracheras, shows de televisión, pequeños chismorreos, pequeñas rivalidades y, para acabar, un infarto o un cáncer de próstata.

Limónov, Emmanuel Carrère
Realmente le gustaría que nada se moviera. Las cosas tienen que cambiar siempre. Tienen esa obsesión. Eso le jode.
Imagina vivir tu momento preferido una y otra vez, sintiéndolo igual, eternamente. Imagina congelar un segundo intensísimo y, en lugar de atesorarlo para recordarlo siempre, repetirlo toda la vida, enorme.
Pero no.
Tiene que venir el tiempo, impertinente, o la rotación planetaria, o el curso de la galaxia a joderlo todo y mover los segundos para que de los cenits uno pase a los entreactos, de los crescendos a los medios tonos, y todo vuelve a moverse para mandar los segundos intensos a paseo. Para convertirlos en un recuerdo almacenado entre polvo y cucarachas en los rincones de su cabeza.
Para dejarle abandonado en un desierto de horas mediocres, sin siquiera un aviso de cuándo se dejará ver el próximo oasis emocional.

El día que me vaya no se lo diré a nadie, Kiko Amat
Nos cruzábamos por los pasillos del centro como si no hubiera sucedido nada, parecía ir siempre con prisas, la cartera en la mano izquierda y el cuerpo inclinado siempre hacia el mismo lado, el flequillo grisáceo le cubría los ojos más que nunca. Me parece bastante miserable ese modo silencioso con el que los hombres nos expulsan al curso del tiempo. Como si fuera menester recordarnos, a todo evento, que la existencia es discontinua.

Felices los felices, Yasmina Reza

Pocas cosas se parecen a la sensación de haber sido dejado.
Por mucho que trate de pensar en otra cosa, la sensación siempre vuelve. Como aquellas páginas porno de la red que, al abrirlas, se instalan automáticamente como pantalla de inicio, sin preguntar, en tu ordenador. Luego tu madre va y lo conecta para mirar una receta y se encuentra de frente con la página web de «Amor caliente 2» o peor. El dolor del dejado es algo así. Lo cierras, lo apartas cuando estás ocupado, pero cada vez que te conectas, cada vez que tu mente deriva, vuelve a aparecer.
Como un página X que no puedes desconectar.
Como un alien que te salta a la cara y te sorbe la fuerza.
Sin permiso.

El día que me vaya no se lo diré a nadie, Kiko Amat
Me aburre hablar con tan poca indulgencia del adolescente y el jovencito que fui. Quisiera quererle, reconciliarme con él y no lo consigo. Creo que estaba aterrorizado: por la vida, por los demás, por mí mismo, y que el único modo de impedir que el terror me paralizase por completo era adoptar aquella posición de repliegue irónico y hastiado, abordar cualquier especie de entusiasmo o compromiso con el sarcasmo de alguien al que no le engañan, que está de vuelta de todo sin haber ido nunca a ninguna parte.

Limónov, Emmanuel Carrère
Sólo es realmente hermoso lo que no sirve para nada. Todo lo que es útil es feo, porque es la expresión de alguna necesidad y las necesidades del hombre son ruines y desagradables, igual que su pobre y enfermiza naturaleza. El rincón más útil de una casa son las letrinas.

Mademoiselle de Maupin, Théophile Gautier
La verdad, no lo olvides nunca, mi pequeño Édichka, es que los hombres son unos cobardes, unos canallas, y que te matarán si no estás preparado para golpear primero.

Limónov, Emmanuel Carrère
Verás que no eres el primero a quien la conducta humana ha confundido, asustado y hasta asqueado. Te alegrará y te estimulará saber que no estás solo en ese sentido. Son muchos los hombres que han sufrido moral y espiritualmente del mismo modo que tú ahora. Felizmente, algunos de ellos han dejado constancia de su sufrimiento. Y de ellos aprenderás si lo deseas. Del mismo modo que alguien aprenderá algún día de ti si tienes algo que ofrecer. Se trata de un hermoso acuerdo de reciprocidad. No se trata de educación. Es historia. Es poesía.

El guardián entre el centeno, J.D. Salinger
Creemos que el mundo es constante, que, bajo nuestros pies, vaga por el espacio día y noche, con lluvia y con sol. Y llega el día en que te caes del planeta y empiezas a flotar en el espacio exterior, y todo lo que te parecía cierto, todas las leyes que antes habían regido tu vida, todas las reglas y las normas que mantenían las cosas en su sitio, que te mantenían a ti en tu sitio, han desaparecido. Y ya nada tiene sentido. Adiós a la gravedad. Adiós al amor.

Canciones de amor a quemarropa, Nickolas Butler
Me he ido de un montón de colegios y de sitios sin darme cuenta siquiera de que me iba. Y me revienta. No me importa que sea una despedida triste o que sea una despedida desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta saber que me voy. Si no, te da más pena todavía.

El guardián entre el centeno, J.D. Salinger
Tal vez esta sea la diferencia entre los vivos y los muertos: muchas veces los vivos quieren insensibilizarse, los muertos nunca, si es que alguna vez quieren algo.

La constelación del Perro, Peter Heller
Las Señales
sí existen
-alguien tenía que decirlo-

nosotros
no
somos Señales

por eso es que
de una forma
u otra
todos
morimos
atropellados.

Las normas del vertedero, Riot Über Alles