Desde hace años camino junto a un fantasma que se me parece y que vive en un paraíso teórico, en estrecha relación con el mundo. Durante mucho tiempo he creído que tenía que reunirme con él. Ya no.

Ampliación del campo de batalla, Michel Houellebecq
Durante un tiempo la Crítica acompaña a la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los Lectores quienes la acompañan. El viaje puede ser largo o corto. Luego los Lectores mueren uno por uno y la Obra sigue sola, aunque otra Crítica y otros Lectores poco a poco vayan acompasándose a su singladura. Luego la Crítica muere otra vez y los Lectores mueren otra vez y sobre esa huella de huesos sigue la Obra su viaje hacia la soledad. Acercarse a ella, navegar a su estela es señal inequívoca de muerte segura, pero otra Crítica y otros Lectores se le acercarán incansables e implacables y el tiempo y la velocidad los devoran. Finalmente la Obra viaja irremediablemente sola en la Inmensidad. Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres. Todo lo que comienza como comedia acaba como tragedia.

Los detectives salvajes, Roberto Bolaño

A ti también te interesó el mundo. Fue hace mucho tiempo; te pido que lo recuerdes. El campo de la norma ya no te bastaba; no podías seguir viviendo en el campo de la norma; por eso tuviste que entrar en el campo de batalla. Te pido que te remontes a ese preciso momento. Fue hace mucho tiempo, ¿no? Acuérdate: el agua estaba fría.
Ahora estás lejos de la orilla: ¡ah, sí, qué lejos estás de la orilla! Durante mucho tiempo has creído en la existencia de otra orilla; ya no. Sin embargo sigues nadando, y con cada movimiento estás más cerca de ahogarte. Te asfixias, te arden los pulmones. El agua te parece cada vez más fría, y sobre todo cada vez más amarga. Ya no eres tan joven. Ahora vas a morir. No pasa nada. Estoy ahí. No voy a abandonarte. Sigue leyendo.
Vuelve a acordarte, una vez más, de tu entrada en el campo de batalla.

Ampliación del campo de batalla, Michel Houellebecq
El sentido de un final

Ser creyente es muy fácil, fácil de cojones. La razón es bien simple: el individuo basa su existencia en una serie de creencias mediante las cuales otorga un sentido a su vida (incluso después de la muerte). A través de la fe obtiene argumentos para llevar a cabo una vida más o menos plena sabiendo, o creyendo saber, lo que le espera una vez concluya su existencia. El creyente se siente aliviado precisamente gracias al amparo que le proporciona la idea de la vida eterna. De una forma u otra puede responder todas las preguntas existenciales que se plantee arguyendo la existencia de un ser superior que dispone las reglas del juego a su voluntad. La oferta de una vida eterna es muy tentadora, ¿quién no querría vivir algo más de tiempo para poder realizar todo lo que no ha podido hacer durante su existencia terrenal?
Sin embargo, esa promesa de vida eterna sólo es una cuestión de fe. El sentido que algunos quieren dar a su vida, desde el comienzo hasta el final. Por esa razón los ateos lo tenemos algo más difícil. Carecemos de una fe que dé sentido a nuestra existencia y continuamente aparecen preguntas cuya respuestas son más complicadas (o no) ya que hemos de buscar argumentos más sólidos que la simple idea de un ser imaginario que nos promete vida más allá de la muerte si nos portamos bien.
Para empezar, ¿qué sentido tienela vida? Si queremos otorgarle algún sentido hemos de aceptar su condición finita. En algún momento vamos a morir, no sabemos cuándo ni cómo, pero lo haremos. Estamos biológicamente destinados a ello y es algo contra lo que no se puede luchar. Así pues, hemos de aceptar nuestras limitaciones biológicas y tener conciencia plena de la muerte. Asumirla como un proceso y no como un suceso, nacemos para morir. Y mientras tanto, van sucediendo cosas. Precisamente son esas cosas las que hacen que nuestra existencia tenga un mínimo sentido. Si después de la muerte no hay nada, ¿qué motivo hay para levantarse por las mañanas? El más simple de todos: vivir lo que nos depara cada día, ni más ni menos. Con la conciencia de ser libres para elegir un camino y otorgar a nuestra vida de todo el sentido que queramos a través de nuestros actos y decisiones.
La mejor manera de encontrar ese sentido es aceptar nuestra condición humana, ser conscientes de que nuestro paso por el mundo no será mucho más diferente que el de cualquier otra especie animal y que, sin embargo, y a diferencia de otros animales, tenemos capacidad suficiente para poder valorar y disfrutar del rato que vamos a pasar en este mundo. ¿Acaso no es suficiente?

Llevo días dándole vueltas al asunto, planteándome qué cosas que pueden dar sentido a un final, y éstas, son algunas de las mías:

1. El Atlético de Madrid
2. La tortilla de patatas (con cebolla, siempre con cebolla)
3. Bad Manners en Lekeitio.
4. Miguel y yo intentando comprender un mundo que cada vez nos resulta más ajeno.
5. Los besos que pensaba que nunca llegaría a dar, y al final, acabé dando.
6. La poesía.
7. Sharpe y Nobbs haciéndome sentir tan patético como cualquier hombre.
8. Houellebecq dejándome en los huesos.
9. La Alhambra Reserva 1925.
10. Pound y Mishima enseñándome a pelear hasta el final.
11. Mi padres y el sentido y la dignidad de la lucha.
12. La comida de mi abuela.
14. Madrid, 17 de mayo de 2013. 30.000 almas, y un solo corazón.
15. 'No eres tan bueno', me dijo, sin apenas conocerme. Tenía razón.
16. Fernando Fernán Gómez honrando la profesión más bonita del mundo.
17. Todas las mujeres que me han acompañado durante estos años.
18. Todas las que me acompañarán.
20. Joaquín Felipe y Álex Cooper tocando 'Cinco años'.
23. Kiko Amat y Rompepistas dejando constancia de lo que fuimos.
24. Ben Brooks recordándome que aún soy joven, aunque a veces se me olvide.
26. Hunter S. Thompson ejerciendo de maestro.
27. La primera sonrisa que me dirigió una chica.
28. Todos los críos a los que he intentado enseñarles algo.


Seguro que me dejo algo por el camino, seguro que lo mejor (y lo peor) está por llegar, seguro que este final va a tener sentido.

-Cuando yo era joven...
-¿Cómo de joven?
-Antes de los veinte, quiero decir, yo pensaba que la vida se aceleraba, que sería cada vez más rica y más intensa. Uno aprendería más, sería más sabio, más inteligente, se acercaría más a la verdad... -vaciló.
Bruscamente Port se echó a reír.
-Y no es así, ¿verdad? Es más bien como fumar un cigarrillo. Las primeras bocanadas son maravillosas, ni se te ocurre que se va a consumir. Empiezas a olvidarlo. De pronto te das cuenta de que ha ardido casi hasta la punta.Y entonces es cuando tienes conciencia de su sabor amargo.
-Pero yo siempre tengo conciencia del sabor desagradable y de que el fin se acerca.
-Entonces deberías dejar de fumar.

El cielo protector, Paul Bowles
Es raro que puedas mirar sin amor a alguien que amarás con toda tu alma. Parece imposible que esos ojos de hoy no sepan cómo mirarán mañana, que el humor vítreo no se conmueva al verse atravesado por una imagen que será adorada. Lo contrario tampoco parece que pueda suceder: que los ojos nuestros puedan amar -de manera carnal, o de cualquiera de las otras maneras, que también son amar- a una persona cuya sola visión un día provocará dolor y odio. Pero así sobrevivimos; terrible mi desgracia, que voy comprendiendo lo que supone ver con los mismos ojos el hoy y el mañana a la vez.

La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías, Colectivo Juan de Madre
El solo hecho de respirar ya me justifica. Si la humanidad no lo considera una justificación, puede hacer lo que le plazca conmigo. ¡No voy a andar con un pasaporte de existencia encima para probar que tengo derecho a estar aquí! ¡Aquí estoy! ¡Estoy en el mundo! Pero mi mundo no es el mundo de la humanidad. Es el mundo como yo lo veo.

El cielo protector, Paul Bowles
La vida es aburrida y fútil. Empezamos con grandes esperanzas y después nos acojonamos. Nos damos cuenta de que todos vamos a morir, sin encontrar realmente las grandes respuestas. Desarrollamos todas esas ideas de largo alcance que se limitan a interpretar la realidad de nuestras vidas de distintas maneras, sin extender nuestro cuerpo de conocimientos que realmente merecen la pena sobre las grandes cosas, las cosas reales. Básicamente, vivimos una vida corta y decepcionante; y a continuación morimos. Llenamos nuestras vidas de mierda, de cosas como carreras y relaciones para convencernos de que no carece todo de sentido. El caballo es una droga honesta, porque te arranca esas ilusiones. Con el caballo, cuando te sientes bien, te sientes inmortal. Cuando te sientes mal, intensifica la mierda que ya está ahí. Es la única droga realmente honesta. No altera tu estado de conciencia. Sólo te da un colocón y una sensación de bienestar. Tras eso, ves la miseria del mundo tal cual es, y no puedes anestesiarte contra ella.

Trainspotting, Irvine Welsh
No existe el futuro. No existe el pasado. ¿No lo ves? El tiempo es simultáneo, una joya de estructura intrincada que los seres humanos insisten en contemplar sólo desde un lado cada vez, cuando el diseño total resulta visible en cada cara.

Watchmen, Alan Moore

¿Qué es el Tiempo sino una cuarta dimensión ya desplegada como una bovina de película?
Donde el ser humano, como los espectadores del cine, sólo recuerda los fotogramas de su pasado, vive de los del presente y desconoce los fotogramas que ya están ahí, en algún lugar, aún por venir.

La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías, Colectivo Juan de Madre

La sociedad inventa una lógica falsa y retorcida para absorber y canalizar el comportamiento de la gente cuyo comportamiento está fuera de los cánones mayoritarios. Supongamos que conoces todos los pros y los contras, sabes que vas a tener una vida corta, estás en posesión de tus facultades, etcétera, etcétera, pero sigues queriendo utilizar el caballo. No te dejarán hacerlo. No te dejarán hacerlo, porque lo verían como una señal de su propio fracaso. El hecho de que simplemente elijas rechazar lo que tienen para ofrecerte. Elígenos a nosotros. Elige la vida. Elige pagar hipotecas; elige lavadoras; elige coches; elige sentarte en un sofá a ver concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu, atiborrándote la boca de puta comida basura. Elige pudrirte en vida, meándote y cagándote en una residencia, convertido en una puta vergüenza total para los niñatos egoístas y hechos polvo que has traído al mundo. Elige la vida.
Pues bien, yo elijo no elegir la vida. Si los muy cabrones no pueden soportarlo, ése es su puto problema. Como dijo Harry Lauder, sólo pretendo continuar así hasta el final del camino...

Trainspotting, Irvine Welsh

Ahora comprendo la muerte; no creo que me haga mucho daño. He conocido el odio, el desprecio, la decrepitud y otras muchas cosas; incluso breves momentos de amor. De mí no quedará nada, y no merezco que nada me sobreviva; habré sido un individuo mediocre en todos los aspectos.
No sé por qué, pero imagino que moriré en mitad de la noche, y todavía siento cierta inquietud al pensar en el sufrimiento que acompañará la ruptura con los lazos del cuerpo. Me cuesta pensar que el momento en que la vida se acaba sea inconsciente y completamente indoloro; claro, sé que me equivoco, pero aun así me cuesta convencerme.

Plataforma, Michel Houellebecq
Imagina el mejor de tus orgasmos, multiplica por veinte la sensación, y aún estás a mil putos kilómetros. Mis secos y quebradizos huesos se sienten aliviados y humedecidos por las tiernas caricias de mi hermosa heroína. La tierra se movió, y aún se mueve.

Trainspotting, Irvine Welsh

-¿Sigues visitando la biblioteca, Quemado?
-Sí.
-¿Y sólo sacas libros de guerra?
-Ahora sí, antes no.
-¿Antes de qué?
-De empezar a jugar contigo.
-¿Y qué clase de libros sacabas antes, Quemado?
-Poemas.
-¿Libros de poesía? Qué hermoso. ¿Y qué clase de libros eran ésos?
El Quemado me mira como si estuviera frente a un paleto:
-Vallejo, Neruda, Lorca... ¿Los conoces?
-No. ¿Y aprendías los versos de memoria?
-Tengo muy mala memoria.
-¿Pero te acuerdas de algo?¿Puedes recitarme algo para que me haga una idea?
-No, sólo recuerdo sensaciones.
-¿Qué tipo de sensaciones? Dime una.
-La desesperación...
-¿Ya está?¿Eso es todo?
-La desesperación, la altura, el mar, cosas no cerradas, abiertas de par en par, como si el pecho te explotara.

El Tercer Reich, Roberto Bolaño
-Son sólo palabras -dijo al fin Tommy. Y luego, tras una pausa, añadió-: Es lo que la gente dice cuando siente lástima de sí misma. Palabras.

Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro