A lo largo de mi vida ha quedado demostrado que, si estoy en una habitación y en esa habitación hay alguien capaz de convertir mi vida en un infierno, desearé que se ponga a hablar conmigo, me sentiré como si hubiese encontrado la pieza que le falta a mi puzzle, empezaré a fantasear y ver imágenes de los dos despertándonos juntos, de nuestros hijos, de nuestras tumbas contiguas dentro de cincuenta años, y encima creeré que es lo que quiero. Por algún motivo que desconozco, Dios ha hecho que las mujeres que me atraen estén todas locas.

Cosas que los nietos deberían saber, Mark Oliver Everett
Vi esa oscuridad fría y vacía que se extiende hasta el infinito, vi que estamos solos. Vivimos nuestras vidas, puesto que no tenemos nada mejor que hacer. Más adelante, ya les buscaremos un sentido. Venimos de la nada. Tenemos hijos, que se encuentran atados a este infierno al igual que nosotros, y volvemos a la nada. No hay nada más. La existencia es algo fortuito. No hay ningún patrón salvo el que imaginamos cuando nos quedamos mirando fijamente durante mucho tiempo. No tiene ningún sentido, salvo el que decidimos imponer. Este mundo que vaga a la deriva no está moldeado por vagas fuerzas metafísicas. No es Dios quien mata a los niños. Ni es el destino el que los despedaza, ni es la casualidad la que se los da de comer a los perros. Somos nosotros. Sólo nosotros.

Watchmen, Alan Moore
Como no podría ser de otra forma, en el principio, tuvo que ser mujer la que parió al hombre y no al contrario. Siendo la gallina antes que el huevo, no cuesta mucho hacerse a la idea de que el tal don Juan no es más que un invento de doña Inés que, un buen día, se hizo pasar por Zorrilla. Dicho de otra forma, la mujer española está en pleno derecho de comportarse como le venga en gana. Eso es lo primero, no siendo por ello señalada ni como puta ni como mujer infiel pues hay marcadas diferencias entre el libre antojo y los desprecios referidos. La primera, la puta, es la que lo hace por dinero, nunca por ganas, y la segunda es impensable que exista. Hay que recordar que la mujer se adapta por lo blando a cualquier dureza, pudiendo así aplicarse con todo varón que elija y ocurriendo que, para todos y cada uno de los elegidos, seguirá siendo mujer única y privada. Nunca pública. Gracias al acomodo de sus bajos, y según ley de pesos y medidas, cada mujer se convierte en muchas.

El verano: lo crudo y lo podrido, Montero Glez
¿Por qué lloran los hombres? Por luchas y hazañas y ascensos maratonianos, porque añoran a su madre, porque están ciegos en el tiempo, por todas las erecciones que vanamente esperan como llovidas del cielo, por todo lo que han hecho los hombres. Porque ya no pueden estar contentos ni tristes; sólo hundidos o chalados. Y porque no saben cómo afrontarlo cuando están despiertos.

La información, Martin Amis
Le dije que creía que estaba volviéndome loca, que los síntomas se repetían. Estuve hablando durante mucho rato. Su respuesta me sorprendió (fue la última vez que él me sorprendió), dijo que si yo enloquecía él también enloquecería, que no le importaba volverse loco a mi lado. ¿Te gusta jugar con el diablo?, le dije. No es con el diablo con el que estoy jugando, dijo él.

Los detectives salvajes, Roberto Bolaño

-Hay que ver qué pesimista eres- dijo Eva-. Siempre ves el lado malo de las cosas. ¿Por qué no puedes ser positivo por una vez en tu vida?
-Soy un acendrado realista- dijo Wilt-. De la experiencia he aprendido a esperar siempre lo peor. Y si sucede lo mejor, yo encantado.

Las tribulaciones de Wilt, Tom Sharpe
La vida es una gincana de dudas y yo sólo te puedo aportar una certeza genuina: nos vamos a morir; y un único consuelo: no seremos los únicos.
Podríamos abrigarnos con la idea de que los sueños son mapas del futuro, o albergar el alivio de que nuestras hipocondrías y comportamientos son coreografías ya ensayadas por muchos otros, pero es posible que eso sólo subrayara la naturaleza absurda de nuestros bailes.
Apurar este mal trago es tomar el atajo hacia la importancia de los pequeños refugios: las canciones que escuchamos en bucle hasta parecen un soplo, las frases pescadas en un libro que nos explican nuestro argumento, el vermú al sol, los retrovisores bien orientados y todo ese invento de los recuerdos. Los gestos que dibujan paréntesis en nuestras caras.
Tú perteneces a una raza, la humana, que nada más nacer recibe un cate como bienvenida al Planeta Tierra. Y que a partir de ese instante sorbe mocos y enfila el trayecto por su cuenta y riesgo.
Esto no es un relájate y disfruta. O quizá debería ser precisamente eso.

La cápsula del tiempo, Miqui Otero

En la mayoría de los casos leer un libro produce la misma sensación exactamente que ser cadáver. Todo esta igual de... acabado. Cierto, Jane Eyre es un personaje eterno y sin edad, pero da igual cuántas veces leas ese libro condenado, ella siempre se termina casando con esa asquerosa víctima de quemaduras, el señor Rochester. Jamás se matricula en la Sorbona para licenciarse en cerámica francesa ni tampoco abre un restaurante chic en el Greenwich Village de Nueva York. Podéis releer el libro de Brönte todas las veces que queráis, pero Jane Eyre nunca va a operarse para hacerse un cambio de género ni tampoco se va a entrenar para ser un asesino ninja. Y resulta patético que ella crea ser real. Jane no es más que tinta estampada en una página, pero la verdad es que está convencida de ser una persona de carne y hueso. Está convencida de tener libre albedrío.

Condenada, Chuck Palahniuk
Uno sabe siempre cuándo ya no se lo quiere, si está dispuesto a enterarse: cuándo todo se ha reducido a costumbre, o a falta de arrojo para ponerle término, o a deseo de no armar revuelo y de no hacer daño, o a miedo vital o económico, o a mera ausencia de imaginación, la mayoría de la gente no es capaz de imaginarse otra vida que la que lleva y ya sólo por eso no la cambia, ni se mueve, ni se lo plantea; pone parches, aplaza, busca distracciones, se echa un amante, se va de timbas, se convence de que lo que hay es llevadero, se encomienda al tiempo; pero ni se le ocurre intentarlo. Al sentimiento sólo lo vence el cálculo, y sólo a veces.

Veneno y sombra y adiós, Javier Marías
La vida es una bufonada: esa disposición misteriosa de implacable lógica para un objetivo vano. Lo más que se puede esperar de ella es un incierto conocimiento de uno mismo, que llega demasiado tarde, y una cosecha de remordimientos inextinguibles.

El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad
No he hecho nada más en la vida que continuar. Terminaba un libro y empezaba otro, siempre continuando. Perderlo todo menos la soledad. Y tener aplomo y dignidad y no llorar, justificarme ante la muerte con una obra bien hecha, llevar la infeliz vida irreprochable de un hombre engañado.

El mal de Montano, Enrique Vila-Matas
La primera vez que conocemos a alguien, nos sale una vocecilla insidiosa en la cabeza que dice: «Puede que lleve gafas o que tenga las caderas anchas o que sea una chica, pero por lo menos no soy gay ni negra ni judía». En otras palabras: puede que sea yo, pero por lo menos tengo la sensatez de no ser TÚ.

Condenada, Chuck Palahniuk
Es extraño pensar en lo fácil que resulta ponerle fin a tu vida. Es posiblemente la decisión más importante que puedes tomar y, aún así, requiere muy poco esfuerzo. No hay que rellenar formularios ni ahorrar dinero ni estudiar en la universidad. Para cruzar las líneas imaginarias trazadas en el mundo se necesita mucho más. Pasaportes, visados, dinero. En cambio, si quieres morir, solo tienes que atarte una media de rugby alrededor del cuello y desapareces de este mundo.

Crezco, Ben Brooks
Desde siempre me han gustado los jóvenes peligrosos para la sociedad bienpensante, los que encuentran estúpido el mundo y durante un tiempo quieren dejarlo pronto. Yo fui uno de ellos y mi hijo ha sabido serlo, y hasta que montó la librería que tiene en esta ciudad, bien que lo ha demostrado destrozando cuartos de hotel o jugándose la vida en gratuitas peleas de taberna o drogándose en noches de muerte sin fin o escupiendo a la cara de los poderosos que ha encontrado en su camino. No es para admirarlo plenamente, pero yo hice cosas parecidas a él y sería innoble ahora que no sintiera una íntima satisfacción por el salvaje y suicida arrojo de mi pobre hijo.

El mal de Montano, Enrique Vila-Matas
En aquel tiempo yo tenía veinte años 
y estaba loco. 
Había perdido un país 
pero había ganado un sueño. 
Y si tenía ese sueño 
lo demás no importaba. 
Ni trabajar ni rezar 
ni estudiar en la madrugada 
junto a los perros románticos. 
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu. 
Una habitación de madera, 
en penumbras, 
en uno de los pulmones del trópico. 
Y a veces me volvía dentro de mí 
y visitaba el sueño: estatua eternizada 
en pensamientos líquidos, 
un gusano blanco retorciéndose 
en el amor. 
Un amor desbocado. 
Un sueño dentro de otro sueño. 
Y la pesadilla me decía: crecerás. 
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto 
y olvidarás. 
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. 
Estoy aquí, dije, con los perros románticos 
y aquí me voy a quedar. 

Los perros románticos, Roberto Bolaño
Siempre he sospechado que la amistad está sobrevalorada. Como los estudios universitarios, la muerte o las pollas largas. Los seres humanos elevamos ciertos tópicos a las alturas para esquivar la poca importancia de nuestras vidas. De ahí que la amistad aparezca representada por pactos de sangre, lealtades eternas, e incluso mitificada como una variante del amor más profunda que el vulgar afecto de las parejas. No debe de ser tan sólido el vínculo cuando la lista de amigos perdidos es siempre mayor que la de amigos conservados.

Cuatro amigos, David Trueba
Hay días en que estoy muy poco interesado, pero que muy poco, en saber quién puñetas soy. Presiento que da lo mismo. La identidad es una engañifa, y además tan efímera... Somos un deshecho cósmico, querido amigo. A mí, lo único que ahora me preocupa es recordar con todo detalle lo que hice mañana y olvidar para siempre lo que haré ayer.

El embrujo de Shanghai, Juan Marsé